Un soneto me manda hacer Violante

Carmelo Gómez talleres verso

18 Jul Un soneto me manda hacer Violante

Un soneto me manda hacer Violante

Que en mi vida me he visto en tanto aprieto

Catorce versos dicen que es soneto;

Burla burlando van los tres delante.

De esta manera tan original escribe Lope de Vega un soneto por encargo sin saber muy bien qué va a venir después de cada verso, y a cada duda, intercala verso tras verso hasta cumplimentar los dos cuartetos y los dos tercetos en rima y medida perfectas.

Ya estoy en el segundo (terceto), y aún sospecho

Que voy  los trece versos acabando;

Contad si son catorce y está hecho.

Lope los tiene mejores pero no más originales.

Esto me viene al pelo para decir que también a mí me encargan que hable de mis cursos de verso y que nunca encuentre las palabras, cuanto más, ordenadas en versos de medida precisa y rima consonante y para más risa en estrofas también precisas, construyendo música, armonía y sentido, colaborando todas las partes musicales con las partes semánticas. Dicho así; un grado por encima de “orquesta”. Y esa es la inspiración que me guía para el espacio en los talleres. Hay que ponerse amplios horizontes para llegar a pequeños rincones ocultos, de lo contrario nos vemos abocados a  un nada, de puro mirar aquí; a nuestras narices. Excepto Góngora; aunque yo también estoy dotado, si bien, no tan afortunado.

Los talleres, que no cursos, porque no me siento cualificado para dispendiar sentencias a troche y moche, cargas y descargas de verdad totémica, los damos entre Emi y yo, ella más centrada en análisis y raíces, influencias literarias, etc, y yo en el verso, su composición y escenas. Y ambos en interpretación. Casi nada. Lo intentamos aunque no creo que pasemos las pruebas para la “resad”. De eso se trata precisamente.

Les llamo talleres porque, aún sin poseer llave maestra, ni caja de herramientas, como dice Paco de la Zaranda, intentamos que todo el mundo aporte su grano de arena, su cicuta o su agua salada; “lucha cuerpo a cuerpo en la cual no me importa ser vencido” en palabras de Lorca.

Y ha sido un hallazgo en mi vida profesional (y en la otra), creo que he aprendido más que los otros, vosotros. Mi intención es ir a por todas, a por el momento presente, pero sobre todo, la sorpresa; la sorpresa  de cada vez que se produce un aleteo. Creo que en las aulas pasan cosas que jamás puedes esperar en la sala de teatro. Lo correcto carece de riesgo y eso dista del objetivo de este oficio apasionante. Y además nos gusta mezclar gentes de distintos niveles. Ya he dicho antes que no somos escuela. Se producen efectos curiosos. Muchas veces hemos visto soluciones a personajes y a escenas inimaginables. La pura resistencia de los neófitos por no mezclarse con gente con armas para resolver en el acto y la misma resistencia, o mayor, de los profesionales por no perder una mañana en una  errática búsqueda, tensan las cuerdas del arpa. Y tantas veces he visto levantarse a los personajes del sonambulismo de lo correcto, para ir a una verdad incuestionable, fresca, vivaz, sin asideros, llena de incorrecciones de puro vivo, impensable, contradictoria, incorrecta, eso que llaman los del “ahora” “performatismo” pero que muy pocos lo practican. ¡Nos ha jo-dido y Eneas¡, a nadie le gusta quedarse con el culo al aire. Esas cosas pasan en la sala. Y aún es más efímero que el teatro. Más aún, es increíble cómo se olvidan las cosas cuando no han sido ponderas por un medio, un crítico, un premio, un sueldo….Además, ¡qué leche¡ no favorecemos  los aplausos: ese gesto de vanidad y sumisión.

Parece que no ocurrió nada importante en esos momentos y se ignoran con facilidad pasmosa. Menos mal que hay una inteligencia, ¿emocional?, que puede con nuestra razón y almacena por su cuenta.

El último ha sido este mes pasado en el festival de teatro de Fuente Obejuna.

La diferencia de nivel llegó a alertar a los actores sobre la conveniencia de seguir con un trabajo tan intenso. Y reconozco que hubo momentos difíciles…falta de disciplina en el trabajo, cansancio, bostezos de los menos expertos, sobre todo. Pero había gran respeto de unos a otros: hermoso. Ya lo sabíamos porque ya lo habíamos vivido. No sé la impresión de los implicados, pero la mía es esta: cantamos versos, bailamos versos, bricamos en sillas, recitamos en la más pura inmovilidad, vulcanizamos versos, explotamos versos. Yo no he visto eso nunca en los escenarios, y menos en los oficiales, tan adscritos ellos a su público. ¿Qué será eso de su público?

Bueno, sin ofender, que todos tenemos lo nuestro.

Ahora vamos a Bilbao: operación Lorca, pero siempre en verso. Siempre donde aletean las mariposas, donde lavamos nuestro cuerpo con agua salobre y nardos, con agua de las alondras. A buscar en los lugares recónditos de este bosque mágico y a ahondar en la tragedia, máxima expresión de toda dramaturgia. Lorca vivió la tragedia, el fatum, en sus propias carnes. ¿Quién da más? ¡Como escribía ese hombre…!Hay que tener… para eso….mucha pancarta.  Agradezco a los americanos que le reconociesen  por “poeta en Nueva York”, de no ser así, no sé,  lo habríamos olvidado. Ahí va. cdfteatral@gmail.com

Ni se os ocurra apuntaros, es solo para actores…ya sabéis. 

ABRAZOS.

Pd: he querido dejarlo en catorce versos pero no he podido “inclusirlo” en menos de dos páginas. De mayor quisiera ser Lope.

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