Se abrió el vino

18 Oct Se abrió el vino

Queridos tres o cuatro
Mejor así que mal acompañados. Porque… ¡qué momentazo para elegir compañía!
Hace tiempo que no escribo y me dice Mila que tengo que hacerlo, aunque no lo entiendo, porque escribo para limpiar mi conciencia (escribir siempre es catártico).
Hemos trabajado mucho estos días. Mucho es un decir, mucho respecto a lo que se tercia, ya sabéis, covid y políticas restrictivas mediante. Hemos constatado que de los teatros no sale el covid enaltecido, aunque, ya dijimos, se nos aplique el mismo rasero que a los restaurantes, bares y botellones de colegio mayor. ¡Qué ejemplo! Siempre fue doloroso que los jóvenes universitarios no viniesen al teatro y hoy casi se agradece. Estamos pocos, pero la mar de a gusto y en zona de confort, por no decir de seguridad, es decir la seguridad de no tener al lado a un tontolaba. Pero dejo el covid que hoy no era eso.
Aforo a mitad de entrada, pero lleno, lleno queridos ‘tres o cuatro’, es una sensación realmente hermosa. Eso hay que decirlo. Allí están los que están porque quieren estar y han venido porque han querido venir, que últimamente en el teatro, como en las teles y tantas cosas medidas por audiencias, no se entiende muy bien a qué han venido. Ni una tos se oye, ni un bostezo de dragón que nos devora allá arriba, haciéndonos creer que ya la estamos fastidiando, que estamos aburriendo, que no pintamos nada allí y que tenemos que seguir, pese a todo, porque cada cual en su sitio, etcétera. ¡Es tal placer escuchar ser escuchado que…! ¿Qué os voy a decir que no sepáis? Todos queremos que nos quieran y que se nos escuche alguna vez. Y éstas son las experiencias nuevas del momento nuevo. La mía grande, una nueva forma de ver el teatro, mas rico, mas amplio, mas panteísta.
Hicimos plazas, cada cual más sorprendente para mí. Una feria de teatro, por ejemplo, en Huesca, en un bello teatro, cuidado, muy cuidado. Había oído que, en estas ferias, los programadores llenan la sala, a partes iguales, con el público que paga, o sea el público, y que se iban a medida que avanzaba la función cuando consideraban que la cosa no les interesaba o que la cena se acercaba peligrosamente al cierre de los restaurantes. Eso decían. Pues yo le tenía miedo a eso, porque en este ‘no teatro’ que hacemos hoy, hablo de frente y sin el murito idiota llamado ‘cuarta pared’. Conociéndome me podía salir de la boca algo inconveniente, por lo menos inconveniente para una buena venta. Pues bien, nada de eso, allí no se movió nadie de su sitio durante toda la función, si es que se puede llamar función a esto que hacemos. Yo sabía que estaban allí porque voy dejando bombas durante la improvisación y respondieron a todas con una inteligencia hasta entonces nunca vista. Muy grato por parte de las dos mitades, que aplaudieron agradecidas, no sé si tanto como agradecidos nosotros de ser queridos.
Un bolo muy especial fue el de Aranjuez. Después de tantas suspensiones, idas y venidas, nos hizo el azar que coincidiésemos con Núria Espert, ni más ni menos. Núria y yo. Núria y yo, que si lo llego a saber hace veinte años no podría creerlo, como casi no lo creo a hora. Núria traía también a Lorca, ‘El Romancero Gitano’, muchos de los versos que ella decía, los decía yo al día siguiente. Si subir la cara norte de un ocho mil es apasionante, para mí este vértigo lo era a ese mismo nivel. Además, había visto su función meses antes, cuando yo no sabía que iba a lanzarme también con Lorca. Teatro pequeño, técnicos cariñosos, publico amante de los versos, lleno a mitad de aforro, claro, y todos salimos muy contentos de aquel lugar, compartiendo duende con la gran Núria. Cogimos los bártulos, los cargamos en el remolque que nos hemos comprado y al confinamiento.
Me encantó el Teatro Chapí de Villena. No lo conocía, en realidad todo es nuevo para mí. En esta aventura nos hemos topado con teatros que no conocía, me siento como si volviera a vivir la aventura de ser actor. El Chapí es un teatro grande, muy cuidado, tanto que se encuentra por encima de muchos teatros de ciudades más grandes, con más población, es decir; por encima de teatros con más presupuesto. Imagino que están haciendo un esfuerzo enorme por mantener vivo el lugar. Tanto su director, como sus técnicos y todo el mundo allí, resultaron ser gente encantadora, afable y también con ganas de ver teatro, de cuerpo a cuerpo. Fue una función silenciosa, redonda, no se quitó ni se añadió nada, era encaje de bolillos. Algunas veces salen cosas así donde menos lo esperas. Supongo que tiene que ver con el público, con la confianza. Nos llevamos seis botellas de vino ‘Vines & Sens’ muy prometedoras. Aplauso cerrado y bártulos al carro. A los caminos de nuevo.
Próxima parada Huesca. Sí Huesca de nuevo, de nuevo lleno en un teatro que fue un antiguo pajar y que hoy goza de una programación exquisita: el Corral de García se llama. Su director no sé como lo hace, cierto es que cuenta con un equipo que le sigue ahí donde va. Llevamos a Lorca a un pueblo de 90 habitantes, en plena montaña oscense. Para llegar a Santa Eulalia hay que subir por unos caminos de puerto que van descubriendo en cada curva un paisaje inverosímil. Cuanto más arriba, más cerca del paraíso te encuentras. Allí, rodeado de naturaleza surge el Corral de García, unas gradas recoletas y un espacio impecable para escuchar la ventisca de la noche. Todos recogidos, con Lorca dando calor. Un premio para una iniciativa inconcebible, pero bien plausible.
Llevo años en el teatro y no termino de acostumbrarme a las gradas. Mientras actúo me pregunto: “¿A quién me dirijo?”. Porque se habla siempre a las butacas centrales, no sé, me parece menos universal que hablarle al oscuro. Yo quiero dirigirme a ‘ese otro Adán’, al de todos. Siempre veo caras, siempre las mismas. Tengo lío ahí. Aplausos, tortillita y vino de la tierra por caridad del teatro-pajar. El vino se llama ‘Amor oscuro’ y merece tener paciencia para que se vaya abriendo como nuestros versos. Petate y de vuelta al confinamiento.
Como cada vez, esperando a que algo de lo que era promesa (programada) se cumpla, esperamos pacientes la confirmación de… quizá Getafe, quizá Parla, quizá Denia, quizá los tres. Esperemos que no haya ‘no fiestas’ o ‘no vueltas ciclistas’, veremos si sus autoridades nos cierran o nos abren, puede que nos dejen abrirnos como el vino del ‘Amor oscuro’.
Es curioso, se habla de nueva normalidad, pero sólo pensando en que todo vuelva a ser como antes. Sigue siendo igual, programaciones hechas desde el año pasado, con los presupuestos cerrados. ¿Quién cierra tanto? ¡Qué gusto por cerrar! ¿Por qué no tomar decisiones de urgencia?, Si se toman, son para anular, por supuesto, para anular, para anular… ¿Qué va a pasar con el dinero que sobre de lo que no se ha podido hacer este año? ¿Lo van a devolver al fisco? Quizá debería decir ¿al fiasco?
Tenemos aún que aprender mucho, tenemos que salir de nuestras certezas (perdón por lo de nuestras). Los nuevos tiempos han venido y la adaptación ha de ser inminente, aunque haya algunos sillones que peligren cuando se sepa del derroche, del gasto inviable, de puestos inútiles de gentes que no van al teatro ni gratis. Veremos. De momento, aquí seguimos esperando, con el remolque cargado, gasolina en el coche y los versos frescos para salir escopetados en cuanto se nos requiera, como ‘La Barraca’ que se me llena la boca al decirlo. Nuestra suerte es que no hacemos cuentas, con pagar los sueldos nos damos por satisfechos, que es lo mismo que decir imbatibles. Saludos y cuidaos.
Foto de Paco Vilches (técnico de Baeza) con mirada.

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