Gracias porvenir!

15 Nov Gracias porvenir!

Hola de nuevo, ya unos días sin relatar lo que vamos haciendo. Un bolo a la semana no es gran cosa pero, tal y como está el patio, esta jornada es bien particular y estamos muy agradecidos a los dioses que protegen a los cómicos de buena voluntad.
Hoy quisiera hablar del público. Otra vez.
De nuevo sorprendidos por la actitud tan novedosa de los espectadores. Silencio casi ritual o modesto, dejenme decir, a la vez que participativo. No se debe concluir con esto que estén ahí como estatuas de musgo, nada de eso, están oyendo, están participando también con el silencio, con una risa intempestiva, inesperada, particular. Vienen porque quieren venir y lo desean a juzgar por la avidez con que esperan; “espectan” que decía el maestro Ortega y Gasset.

En “El público” de Federico García Lorca, se le pregunta al “público” a bocajarro, y de esta manera se le integra desde el primer momento:” ¿qué desean?” No es una pregunta rutinaria, ni fácil, ni oportunista para conseguir sorprender al respetable, sino más bien una sincera pregunta que el poeta se hace a sí mismo y que solo puede responder si es público, cosa que no le ocurre a Lorca con su propia obra, porque es autor. A lo largo de «La Comedia sin título» su penúltima obra teatral, abunda en el tema y se vuelve a deslizar el poeta con una especie de reproche, que en ocasiones los actores cargan en exceso llegando a la ira, sobre lo que la gente quiere o deja de querer cuando va al teatro. Y mira que yo adoro a Federico pero, en este caso, no estoy muy de acuerdo con su letanía. Nos reprocha que vayamos al teatro a entretenernos, que rechacemos que se nos hable de temas desagradables, que queremos entretenernos un ratito, ahuyentar los malos sabores de la vida. Ser “entretenidos” es una palabra realmente fea y demencial, mas aplicable a ciertas audiencias televisivas que invierten en bolsa, que al teatro donde la oferta sí da la oportunidad de seleccionar. Yo no creo que solo vayamos a pasar un rato, a divertirnos o a entretenernos, no los que vamos en tiempo de pandemia, mas bien buscamos eso que el poeta llama «una encerrona, porque quiere y aspira a conmover nuestros corazones”.

Conmover es una palabra precisa, ajustada, inmensa.
La defensa que hago de este público de ojos redondos que estoy re-conociendo ahora con el covid, parte de una experiencia nueva para mí. Vienen, lo han elegido, dejan sus cosas por venir, quieren no se sabe qué, “queremos querer”, y ese querer es conmover-nos. Y ahora yo digo: creo que no sería posible conmovernos sin las otras experiencias que están allí. Por eso es tan importante ese silencio roto a veces por una risa, un medio comentario, un suspiro y, me atrevo a decir, un bostezo. Ese sonido sutil, leve como el ruido de la noche, es la atmosfera creada por nosotros, por nuestras respiraciones, por nuestros alientos: el hechizo que tantas veces estamos abocados a romper por esa afición al ruido constante. Pero, señores, estoy muy feliz de poder decir que, cada vez que suena Lorca en silencio, a través de la voz del rapsoda, se produce un ir y venir de conmociones escalofriantes, y que no creo que sea solo Federico quien lo propicie. El mejor teatro somos nosotros y para eso hace falta haber escogido ir al teatro; este es el tiempo nuevo. Seguro que ya hubo otros así en el pasado, tiempos de dolor, incertidumbre, angustia existencial. Tiempos en que el teatro hacía la labor curativa, ese edificio sin ventanas que se aísla del afuera y no deja de invocar al afuera. Ese edificio de todos y para todos que está allí quieto, aguardando, aunque no sepamos que lo necesitamos, hasta sentir el dolor, como en los hospitales. Estos edificios tan sociales y tan necesarios que son de todos, también de los pobres.
Siguiente paso: Menos mal que tampoco es fácil atreverse a venir al teatro, y aquí permítanme que no diga por qué. Simplemente no lo sé. ¿Lo fácil trivializaría quizá el hecho?, ¿puede ser eso?. ¿Lo fácil no es escogido, no es programado, se pone delante de nosotros y por ello lo devalúa hasta conviertese en banal? ?O mejor seria decir: lo banal se nos pone delante de forma obstinada para alejarnos de los demás?. Hemos aprendido con esta pandemia que los otros están y son, que los cuerpos son la verdad total, que emocionarse es una cosa privada e intransferible y que compartirlo nos hace sentir menos solos.

Fin de la reflexión.
Oí el otro día decir al “Mastodonte”, Asier Etxeandia, «vosotros sois la mejor escengrafía», se refería a nosotros en el patio de butacas. Y eso mismo digo yo. Verlos desde allá arriba a ustedes es ver la gloria, pero la gloria no se ha de ver, la gloria es un acto, por tanto nosotros, los actores, lo vemos pero, como Federico, estamos fuera. No deja de ser un honor servir esa gloria.
Y así es como he pasado del nosotros al vosotros, porque siempre me he sentido tentado de ser más público que actor; pero no lo soy, no puedo serlo. Y volviendo a Ortega; si espectar es esperar o anhelar, actuante es el que se transparenta para que el espectador imagine libremente y por encima de la realidad llamada Carmelo, o Asier, en este caso.
Pues veréis, salimos de cada bolo como alma que lleva el diablo, para que no nos cierren por el camino. Nos pasó en Parla. Corrimos, mas bien nadamos en Denia (¡qué buena función esa!), y mañana tenemos Barakaldo, es decir: “a las diez en casa”. No sé cómo lo vamos a hacer, pero vamos a ir picando rueda.
¡¡¡Y no nos cierran!!!!, que es de lo más extraño. Nos permiten hacer teatro y no nos cierran. ¿Será posible que alguien se haya dado cuenta de la necesidad que tenemos de este acontecimiento?, ¿será posible que alguien haya caído en la humanidad de pensar que es necesario para la supervivencia? Alguien dirá: “también los son los bares, la verbena, la fiesta, «la tajada del melón», tan identitaria como realmente es en este país nuestro de cada día”. No tengo respuesta ni los datos que llevan a esta decisión. Nosotros estuvimos todo el verano de vacaciones y ahora bueno sería estar confinados para volver a las vacaciones de Navidad. No es mucho un bolo a la semana pero alimenta el espíritu y no le hace mal a nadie. Gracias por dejarnos. Gracias por venir.

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